El consumidor, al seleccionar un producto, analiza qué tan bien se adapta a las necesidades que tiene. Para algunos, ciertas características del producto son más importantes, mientras que para otros son otras; afortunadamente, en una economía de mercado como la colombiana, los compradores tienen la prerrogativa de escoger los productos que se ajustan a la necesidad de cada uno. Esto es, sin ninguna duda, un gran logro de nuestra sociedad y de los colombianos.
En contraste, la economía planificada, aquella en que el Estado toma un rol preponderante, no permite ofrecer productos y servicios acoplados a las necesidades de cada comprador. Acordémonos de la Unión Soviética, donde existía una oferta muy limitada de modelos de automóviles, y los que podían acceder a ellos no necesariamente compraban el que necesitaban. En esa época los soviéticos sólo podían disfrutar vacaciones dentro de la cortina de hierro, no podían escoger el lugar que mejor respondiera a sus necesidades por las limitaciones que imponía el Estado. Los chinos, por su lado, vestían todos con las mismas prendas.
Si hay algo que ha caracterizado a Petro en Colombia es su amor por el modelo de economía planificada. Su afán de manejar desde lo público el sistema de salud y el de pensiones, para que los funcionarios públicos definan una oferta limitada, a cambio de las múltiples alternativas que ofrecía el sector privado, es solo un ejemplo. Las reformas tributaria, agraria, laboral y muchas más de sus actuaciones se han diseñado con ese objetivo, que el Estado sea preponderante en la vida de las personas, a costa de la libertad de ellas mismas de comprar productos y servicios que se adapten a sus necesidades.
Sobra decir que aquellos países que, como Rusia o China, en algún momento tuvieron un modelo de economía planificada, tuvieron que salir de ella para ser exitosos económicamente. Lejos está la China donde todos sus habitantes vestían de la misma manera o se limitaba desde el Estado el número de hijos que podía tener una pareja, o de la economía planificada que impedía a los soviéticos hasta estudiar lo que querían. En esos países todo era dominado por los miembros del Partido Comunista a costa de sus habitantes.
La razón por la cual la Unión Soviética y China renunciaron al modelo de economía planificada no fue por la presión de una derecha facha y uribista, sino porque el mismo pueblo, el más perjudicado por este modelo, exigió el cambio. Hoy los habitantes de China y Rusia viven mucho mejor que bajo el modelo de economía planificada. Sólo países como Venezuela, donde muchos de sus habitantes dependen del Estado hasta para comer con las famosas cajas Clap, o Cuba, una isla en ruinas, persisten en ese modelo. En estos países el deshumano nivel de vida ha provocado inmensas migraciones de persona que huyen hacia otras geografías. Esa, tenemos que estar convencidos, es la Colombia de Petro que nadie quiere, con la excepción de aquellos que desean controlar el Estado a costa de sus ciudadanos.
Además del Pacto Histórico de Gustavo Petro, otros políticos han tomado medidas de importancia basadas en la economía planificada. Claudia López, exalcaldesa de Bogotá, hoy acérrima crítica del presidente Petro pero quien le ayudó de manera sustancial para llegar al Palacio de Nariño, tuvo esa orientación al aprobar el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial (POT) para Bogotá, perjudicando así en gran forma su juventud. Vamos por pasos.
El POT de Claudia López, en uno de sus apartes más importantes, prohibió construir vivienda de interés social (VIS) de menos de alrededor de 42 metros cuadrados en la ciudad. Entendamos que la VIS tiene hoy un límite de precio cercano a los 200 millones y que, dada la limitación en área es imposible para un constructor que las cuentas le den para construir este tipo de vivienda en barrios como Santa Bárbara, Suba, Veraguas, Bosa o Engativá. Podrán, sin embargo, construirse en municipios aledaños a Bogotá con valores de tierra más bajos, como Chía, Funza o Soacha, generándoles a quienes quieran vivir allí desplazamientos diarios de más de una hora en cada sentido para llegar a su lugar de trabajo.
Ahora imaginen una pareja modesta de jóvenes de 25 años que trabajan en el centro financiero de la ciudad, en la calle 72 con 7. ¿Qué prefieren ellos, un apartamento de 50 metros cuadrados en la Calera o uno de 35 en Chapinero? Al no haber oferta disponible con esos bajos metrajes como consecuencia del POT de Claudia, nuestra pareja tendrá que renunciar por ahora a tener vivienda propia (lo cual no es poco) o tendrá que comprar su vivienda fuera de Bogotá y aguantarse el trancón todos los días. ¿No será que lo más conveniente es que nuestra pareja decida qué es lo que prefiere en vez de que decida por ella el POT de la exalcaldesa?
La economía planificada de mercado es uno de los peores enemigos del desarrollo y para conseguir mejor nivel de vida para los colombianos. Para desaparecer ese empobrecedor modelo no solo es suficiente que no se prolongue el mandato del partido de gobierno actual, sino que funcionarios con esa misma mentalidad, como Claudia López, no perpetúen ese modelo económico.