La investigación y el desarrollo experimental (I+D) es un indicador clave para aumentar el conocimiento global. Por eso, el gasto mundial en este campo sigue creciendo. Entre 2014 y 2018 lo hizo a un ritmo superior al del PIB: 19,2 por ciento según la Unesco.
En este proceso, el sector productivo aporta significativamente y la industria líder es la farmacéutica. Según IQVIA, los niveles de inversión global en I+D se recuperaron en 2023 con respecto a los dos años anteriores y alcanzaron los 72.000 millones de dólares.
Silvia Patiño, country manager en Colombia de Clarke Modet, explicó que “el proceso para llevar al mercado un producto farmacéutico es largo y costoso. Se estima que puede requerir una inversión de más de 1.000 millones de dólares y demorar hasta 15 años desde que se selecciona un grupo de moléculas candidatas para el desarrollo de un medicamento hasta la obtención de su autorización de comercialización por parte de las autoridades sanitarias”.
Estos tiempos convierten a la protección de activos de propiedad industrial e intelectual en una “herramienta de negociación que permite recuperar parte de la inversión realizada”, advirtió. Sin embargo, esta dinámica presenta una divergencia al comparar las estadísticas de Colombia frente a las del resto del mundo.
En el país, las solicitudes de patentes relacionadas con los productos farmacéuticos y biotecnológicos en lo corrido del 2024 es del 34,3 por ciento (21,9% productos farmacéuticos y 12,4% biotecnología), según la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC). El primer grupo acumula a la fecha 192 solicitudes y el segundo 109 solicitudes.
A su juicio, es evidente el crecimiento de la industria local como un factor que despierta el interés por patentar las invenciones en el país y con ello obtener una ventaja competitiva a la hora de comercializar los productos en el territorio nacional.
“Esto contrasta con la tendencia mundial, donde se observa que la mayoría de las solicitudes de patentes se relacionan con el campo de la tecnología informática, electrónica, eléctrica y computacional. Esto se debe también a que los principales interesados en la obtención de patentes en estos campos tecnológicos son empresas originarias de China, Japón y Corea”, precisó Patiño.
En efecto, la OMPI reveló que entre 2011 y 2021 la solicitud de patentes del sector farmacéutico internacional registró un crecimiento anual de 3,2 por ciento, ubicándose en el puesto 29 de los 35 campos de tecnología analizados por el organismo mundial de propiedad intelectual.
Juan Pablo Concha, socio de Propiedad Intelectual de Baker McKenzie, remarca el liderazgo de esta industria en el uso de patentes en el país al ser una “herramienta legal por excelencia” a la hora del fomento de la investigación y el desarrollo de nuevos productos y medicamentos. Asimismo, agregó que este hecho cobra mayor relevancia en el país donde no existe una cultura arraigada en este campo.
“Denota la importancia de esta industria y a la vez la eficacia del sistema de propiedad industrial, tanto para los inventores como para los consumidores en general. Colombia es un país que cuenta con un talento humano inigualable, y poder potenciar ese talento fomentando la investigación y el desarrollo son el fin último que debe perseguir la propiedad industrial”, aseguró.
Pese a lo anterior, hay “un panorama incierto” para esta industria debido a la reciente declaratoria de la licencia obligatoria del medicamento dolutegravir, factor que, según su visión, puede ir en detrimento del fomento del desarrollo porque desconoce los incentivos al desarrollo de nuevos medicamentos.
En esa misma línea, María Clara Escobar, presidenta ejecutiva de la Asociación de Laboratorios Farmacéuticos de Investigación (Afidro), planteó la importancia de la propiedad intelectual y la enmarcó como uno de los desafíos del sector en el corto y mediano plazo.
“Garantizar la seguridad jurídica pasa por el respeto a los derechos de propiedad intelectual que son clave para incentivar la innovación. Las patentes respaldan las inversiones de esfuerzo, tiempo, dinero y recurso humano para que se pueda llegar a estas soluciones innovadoras que cambian el curso de una enfermedad”, aseguró.
La dirigente gremial remarcó que en esta industria la innovación se desarrolla en un entorno de riesgo, pues de cada 10.000 moléculas investigadas sólo una alcanza la etapa de comercialización. En este proceso se ha demandado una inversión media de 2.000 millones de dólares y un tiempo de entre 12 y 15 años.
“Si a esta incertidumbre propia de la innovación en el sector se le suma la incertidumbre política, institucional y normativa, la innovación tiende a desfallecer”, concluyó Escobar.