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Claudia Varela, columnista

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Cuéntame quién eres

Muchos de ustedes que están leyendo en este momento podrán estar pensando en una respuesta evidente y normalizada en nuestro modo de vida actual.

Claudia Varela
21 de julio de 2024

Ante la pregunta de quién eres, la respuesta más usual es dar el cargo o la profesión a la que nos dedicamos. Muchos de ustedes que están leyendo en este momento podrán estar pensando en una respuesta evidente y normalizada en nuestro modo de vida actual. Yo soy Pedro, gerente de una empresa de servicios o yo soy María ejecutiva de cuentas claves para la marca de consumo más importante de la ciudad de (la que sea) o que tal yo soy miembro de varias juntas directivas de gran importancia nacional.

Son respuestas que he escuchado muchas veces. No son tan ficticias en realidad. Pensamos que somos lo que hacemos y está tan normalizado que todos lo aceptamos. Nos casamos con logos de empresas que nos dan reconocimiento y nos convencemos de que al decir esto ganamos puntos con el mundo que inmediatamente nos lee como exitosos.

Hernando un día se quedó sin trabajo. Vivía en una burbuja organizacional donde ni se le había ocurrido la posibilidad de pasar a las filas del desempleo. Aunque era un ejecutivo de alto nivel un buen día solo lo llamaron para que recogiera sus cosas. —Cambio de estructura y perfiles— dijo la señora de Recursos Humanos mientras su jefe agachaba la mirada en sus tenis nuevos que combinaba con un perfecto outfit post pandemia.

Hernando se fue, aburrido, triste y con el ego en un bolsillo porque él siempre se identificó con su cargo. Su vida perdió sentido cuando su oficina no existía y simplemente ya no lo necesitaba ninguna empresa para subsistir. La depresión de Hernando tardó casi un año y los daños colaterales fueron increíbles, terminó divorciado y perdiendo su casa y varios amigos por su falta de gestión. ¿Te suena conocida la historia?

Y es que vivimos la mayoría del tiempo buscando afuera lo que no encontramos adentro. Esa vocecita peligrosa y permanente que no nos deja vivir el presente ni lo imparcial que termina siendo la realidad, se llama ego, y nos invita permanentemente a decirnos que no podemos parar, que tenemos derecho a comernos al mundo y que solo nuestro beneficio individual es lo valioso.

El ego es tirano y nos convence de que la felicidad está en hacer y tener. Alguna vez en un proceso de coaching, mi coachee se presentó diciendo que él era High Potential (alto potencial) y su gran problema era que ahora su nuevo jefe no entendía esto. Él era eso y punto. Se lo dijeron tantas veces que se convenció de que, si no lo era, dejaba de ser él.

Conocí a otra mujer separada que vivía con su hijo adolescente. Para ella él se volvió el centro de su ser y su vida entera. El chico al crecer ya no disfrutaba igual de su mamá —en exceso pendiente de sus movimientos—.

Esta dulce madre, nunca fue un ser individual, sino la mamá de Santi. Como imaginarán, tan pronto Santiago se graduó del colegio, salió corriendo a estudiar a otra ciudad y nuestra mamá ejemplar quedó deprimida y claramente sola por dentro y por fuera. Perdió su identidad.

Estos casos están a nuestro alrededor y no nos damos cuenta. Estamos perdiendo cada vez más la identidad tratando de encontrar reconocimiento afuera. El día que te quedes sin trabajo o que llegue un centennial a reemplazarte porque tiene más posibilidades tecnológicas, no puedes perder tu identidad.

Hoy quiero hacer una reflexión sobre quién eres en realidad. Si sabes responder a esta pregunta tan básica con una respuesta diferente a tu profesión. Que tu identidad no sea lo que haces, sino lo que tienes por dentro, ya que eso siempre te lo llevarás puesto a donde vayas.

Todas las maravillas que buscas están dentro de tu propio ser. (Sir Thomas Browne).

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